viernes, 13 de septiembre de 2013

"El suicidio seduce por su facilidad de aniquilación: en un segundo, todo este absurdo universo se derrumba como un gigantesco simulacro, como si la solidez de sus rascacielos, de sus acorazados, de sus tanques, de sus prisiones no fuera más que una fantasmagoría, sin más solidez que los rascacielos, acorazados, tanques y prisiones de una pesadilla" El túnel.

Siempre que alguien me pregunta con respecto a lo que me da miedo, yo contesto alguna boludez como: la oscuridad, los insectos en general, los espacios cerrados.
Que, en parte es cierto que me dan miedo. Sin embargo son miedos superficiales, miedos que no llenan con total magnitud lo que realmente el miedo significa.
El terror; la incertidumbre, el desvelo.
Desde un primer momento, un recuerdo que creo que nunca voy a poder deshacer, es el de las noches que pasé despierta, acostada con muchísimo pánico que me apretaba el pecho y me hacía llorar, aunque yo no entendía por qué, y no me dejaba pensar en otra cosa. El estar, y después no. El desaparecer por completo, el olvido. Las horas que marcan los relojes, como cada granito de arena cambia de lado y ya no va a volver a subir. 
Yo, desde el primer momento en que entendí lo que la muerte realmente significaba, a los 5 o 6 años, me produjo un desequilibrio completo.
(No me volví loca, vale aclarar)
Pero me daba miedo, me espantaba , para ser especifica. 
Creo que pasó cuando murió mi bisabuela, pero no estoy segura, estaban todos mal a mi alrededor. Yo no, porque nunca tuve un lazo afectivo con ella que haya quedado en mí. Aparte, como queda claro, yo no entendía que era, específicamente, lo que había pasado. 
Pero lo pensé, sin embargo, más tarde, a la noche. Me pregunté realmente lo que significaba la muerte. Por qué afectaba tanto a todos. Fui llegado a conclusiones, y pensando más y más preguntas, y todo era demasiado para mí, supongo.
Tuve que ir a una psicóloga y todo. Pero no fue realmente una experiencia de la que yo haya disfrutado, porque nunca fui buena explicándole cosas a los demás.

La muerte es algo que hasta el día de hoy me asusta y no entiendo. Como la oscuridad, como la altura y otras cosas que pueden incentivar la imaginación a limites que rozan la locura.
La verdad es que la mayoría de las cosas que me dan miedo al mismo tiempo tienen un atractivo innegable para mí. 
La oscuridad,  la altura y la claustrofobia son cosas que ya ni me inquietan, son superficiales.
Los insectos me repugnan, directamente, pero no afectan mi vida. Al menos no demasiado.

La muerte, sin embargo
no la supero. No la entiendo ni la respeto. Pero ya no me quita el sueño. Porque me burlo de ella. Porque le resto importancia creyendo en la reencarnación.
Y traté de enfrentarla, siempre que pude. Haciendo cosas (que si bien también están ligadas a mi escaso poder de enfrentarme a las cosas, o la necesidad de lastimar lo mas cerca que este a mi alcance), y despertándome triunfal por la mañana.
Intentos bastantes pobres, pero en mi mente de adolescente se sentía como correcto.
No me creo inmortal. 
Pero estoy viva. Y, hasta que no este muerta, no tengo nada de que preocuparme.



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