lunes, 6 de enero de 2014

enferma y dramática.

¿Querés saber que opino yo de vos?
Me contaminas, me enfermas, me lastimas.
Es mi culpa, yo te dejé entrar.
Yo pago el precio y no me arrepiento de eso.
Pero lo lamento. Lo lamento por mí.
Y lo lamento por vos.

No nos merecemos. No me mereces.
Nadie me merece.
Porque traigo destrucción. Porque evoco la violencia.
Porque añoro lo falso, y desprecio lo poco que tengo.
No me merece nadie ni nada exceptuando todo mi infierno.

Yo lo produzco, yo lo celebro.
Yo lo merezco.
Pero no lo acepto.

Así que andate y dejame sola mientras afilo las piedras
y cavo mi lecho. Lejos de todos.
Especialmente de mí.
Quiero descansar de una vez.
No necesitar a nadie. No querer a nadie.
No llorar por nadie.

Eso al menos, permitimelo, aunque sea una noche.
Por los viejos tiempos que ya no tengo.
Y no voy a recuperar

sábado, 14 de diciembre de 2013

Es hermoso ver la mentalidad que va desarrollando mi hermano.

Que con su edad, hayamos podido mantener una charla sobre religión y arte (ambas en distintos contextos, obviamente) me transmite mucha buena energía.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Ya van a hacer tres años. Bah, en enero en realidad.
Se siente como si hubiese estado toda una vida. Lo cual es terrible porque yo no recordaba cuan asqueroso es vivir en Buenos Aires. Lo único copado es mi familia. Que los extrañaba bastante.

Creo que no aprendí nada en todo este tiempo. Excepto que sé pensar mejor cuando tengo la cabeza fría y vacía. Y que a la larga estar sola es mejor para mí.
También que soy incapaz de sentir deseos de ser amiga de alguien. Y que quiero estar lejos de la única persona de la cual podría haber sido amiga, porque ya no me siento cómoda.

Me entristece el modo en que se van desarrollando las cosas, porque  veo como todo el mundo vive, pero yo me siento como si estuviese en pausa.
No sé si me desagrada eso. Es un poco aburrido.

Lo qué si volvi a reconfirmar es a no esperar nada de nadie. Que a todos nos pueden afectar las cosas en medida que nosotros lo dejemos. Y que, cueste lo que cueste, yo no voy dejarme romper por personas que no lo merecen. Ni siquiera por mí.

Y quiero irme. No me gusta Buenos Aires. No me gusta la ciudad. No me gusta que sea todo gris porque siento que yo también tengo ese color ahora. Me quiero ir a donde haya vida. Un bosque, una casa lejos de todo. Una ciudad distinta. Un país distinto.
Lo único que puedo agradecerle a este lugar es que me sirve de punto de partida.
Adonde, eso ya no lo sé.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Impotente, ciega, destruida y resignada.
Pero me late el corazón, la sangre drena; bombea y envía vitalidad a mi cuerpo desecho de pensamientos y destrozado por rutina lacerante. El filo me llama, el borde del abismo, el vértigo de una caída sin fin. Y la libertad de ya no cargar con un cuerpo muerto, y la liviandad de alimentar mi alma de naturaleza, de vibraciones, de mi sola presencia.
Estoy, como bien se dice, enamorada de mi dolor.
Me mantiene viva, me mantiene alerta.
Me mantiene.
En vilo, callada y atenta.
Y observo, y absorbo el dolor de los demás, lo veo en sus caras, en sus gestos, en sus pensamientos.
Me pregunto si ellos también lo sienten.



No sé bien que es lo que espero, pero quiero que llegue ya.

No sé bien que es lo que espero, pero