¿Dónde
estoy ahora? Casi podría decir que es el mismo lugar de siempre.
Y
sin embargo, algo resplandece.
Algo
oscurece.
Tengo
tinta en las manos; ensucian las sabanas y las paredes cuando busco
estabilidad. No llegan a mancharte, vos esclareces.
Yo
oscurezco.
Y
desaparezco.
Y
siempre me mata de a poco, en las noches de frio confuso, el saberme
desaparecida si no es entre tus brazos.
Dibujé
una flor en mi mano, confiando en que la tinta no volvería.
No
de nuevo, si estoy descascarándome de mi corteza.
A
veces me destiño si en la calle llueve. Mis ojos se tornan blancos.
Casi
siempre están rojos.
Normalmente
son grises.
De
la flor nació una raíz, la raíz se sumergió en el pantano de tinta que me matiza
el brazo. Un sinfín de ramas secas, intercaladas, negras solido oculta mis
cicatrices de guerra.
No
puedo lavarme la oscuridad del cuerpo.
Ni
con tu claridad.
Pero
lo intento.
Juro
que lo intento.